El forrado de instrumentos con piel de culebra

F. Jesús López Báguena
Almonacid de la Sierra (Zaragoza)
franjelobaca@eresmas.com
De entre la gran cantidad de instrumentos tradicionales que conserva Aragón, existen dos especialmente peculiares por una característica común: son la gaita de boto y el chiflo, que están forrados con piel de culebra. Es una técnica no aplicada en ninguna otra región, ni en ninguna otra parte del mundo, excepto casos aislados que se han encontrado, por ejemplo en una dulzaina, en algún flabiol de pastor en los pirineos catalanes o alguna gaita salmantina y en Hungría, en una flauta llamada furulya o tilinko; e incluso en alguno de estos ejemplares la piel estaba cosida con hilo y no enfundada como aquí en Aragón.

Son instrumentos que suelen estar construidos con madera de boj (arbusto abundante en Los Pirineos), aunque últimamente algunos constructores utilizan ébano, palo-rosa, boj americano… y otras maderas nobles que, como tales, corren el peligro de rajarse, debido tanto a los cambios climáticos como a la humedad comunicada por el aliento del músico o tañedor. Para evitar, en la medida de lo posible, este nefasto efecto, en el País Vasco a los chistus se les coloca aros metálicos a lo largo del cuerpo, al igual que a los flabioles catalanes o a los pitos zamoranos y leoneses, que les colocan aros de cuerno de toro; las flautas ibicencas llevan virolas de estaño y nuestros vecinos, los franceses, le dan más grosor a la pared del tubo de la flauta; o, antiguamente, los cornetos renacentistas y barrocos se recubrían con cuero. Copiando de estos últimos, la funda que hoy en día muchos músicos utilizamos para transportar las dulzainas, chiflos… también son de cuero. Aquí, en Aragón, hemos optado por el forrado de los tubos de la gaita y el cuerpo del chiflo con la citada piel de culebra, es decir, la utilizamos como funda térmica, dándole además al instrumento mayor robustez.

El sentido de esta peculiaridad tiene varias explicaciones, y según hemos podido oír o leer:

  1. la primera es porque así las mujeres no osaban tocarlo, pensamiento totalmente machista;
  2. en Yebra de Basa (en la comarca de la Jacetania) y Monegros dicen que, si no se forra, no suena igual;
  3. otros dicen que siempre se ha hecho así (una buena razón);
  4. en nuestra comunidad existen un montón de creencias y supersticiones, siendo este reptil uno de los animales protagonistas; se conoce alguna gayata forrada con la misma piel de serpiente o tallada la cabeza a punta de navaja o, sin ir más lejos, mi abuelo tenía una correa forrada con culebra;
  5. y otros, que parece ser lo más acertado, dicen que de este modo la grasa de la piel protege una madera tan frágil, como es el boj, contra ese rajado, ese agrietamiento. Incluso algunos forradores aseguran que un instrumento rajado y forrado con la piel de serpiente mantendría la afinación como si nada le hubiese pasado.

Vamos a explicar cómo es el proceso de la colocación de esta piel en los tubos de madera:

Lo primero y principal es encontrar una culebra muerta, y digo encontrar, ya que desde estas líneas no quiero incitar a que se mate un animal para este uso, sino que se aprovechen aquellos que encontraremos muertos en las carreteras atropellados por algún vehículo. Si por casualidad nos encontramos varios, podemos reservarlos en el congelador para posteriores usos en otros instrumentos. En nuestro territorio es fácil encontrar culebras de escalera, cuyo color tiende al marrón con dos rayas longitudinales y unas cuantas transversales simulando los peldaños de una escalera. Menos fácil es encontrar culebras bastardas, cuyo color tiende más al azul verdoso y de mayor tamaño que las anteriores.

Culebra de escalera
(Foto: F. J. López)
Culebra bastarda
(Foto: F. J. López)
Aunque no es un trabajo muy sucio, si que puede causarnos algo de repelo ya que estamos trabajando con un animal que, como se ha comentado anteriormente, es objeto de muchas supersticiones; por tanto, si es así, además de utilizar unos guantes de látex, se le corta la cabeza y la cola hasta un punto donde comprendamos que su diámetro puede servirnos para aplicarlo al tubo en cuestión. En contra de lo que se piensa o se cuenta por ahí, esta piel no es muy flexible, no se estira y además es muy dura.

Sujetaremos por el extremo de la cabeza el cuerpo decapitado de la culebra, bien con ayuda de otro compañero o con una cuerda bien anudada, si es que lo vamos a hacer solos. Con una navaja bien afilada, o puede servirnos un cúter, haremos un finísimo corte diametral en la piel, de forma que sólo cortemos la piel y no entremos en la carne.

Con las yemas de los dedos iremos arrancando la piel de la carne, como si de despelletar un conejo se tratara, hasta conseguir despegar toda. Para ello tiraremos con fuerza, ya que no es fácil y más en las culebras pequeñas; si en algún punto nos atascáramos basta con dar un pequeño corte.

Una vez despelletado el reptil su piel nos quedará vuelta, es decir, con las escamas en el interior; además podemos apreciar la viscosidad de la grasa interna de esta piel. No quitar ni lavar esta grasa, ya que ella es la que va a proteger nuestra madera. Únicamente podemos quitar alguna brizna de carne o vena que haya quedado adherida a la piel, pero simplemente con los dedos. Para dar la vuelta a la piel, basta recordar cómo le damos la vuelta a una camiseta o pantalón y aplicar el mismo método.

Llega la hora de colocarla en el tubo de madera; para ello nos fijamos en el sentido de las escamas y, aunque no dejaría de cumplir su función si se pusieran boca abajo, no sería muy estético; así pues, las escamas siempre mirando hacia la parte alta del tubo. Según el relieve del tubo nos ocupará más o menos tiempo y nos dará más trabajo, sobre todo en los tubos de la gaita de boto. La mayor dificultad se puede encontrar en el clarín de la gaita, ya que su cabeza es tan ancha como su campana, con lo que necesitaremos un diámetro de piel bastante razonable, pero inmediatamente después el diámetro de la garganta del clarín disminuye muchísimo, así que allí nos va a sobrar piel. Podemos optar por dos soluciones: la primera, decirle al luthier que nos haga la cabeza del clarín desmontable, como una corona, y posteriormente, después de forrar el clarín, pegarla nosotros. O, la segunda opción, es hacer un pliegue de manera que disimulemos ese exceso de piel en la citada garganta.

Dejaremos piel sobrante por los extremos del tubo y ataremos sendos nudos con un hilo o con lana. Para que la piel se adhiera lo mejor posible a la madera daremos unas cuantas vueltas de lana, de manera que quede bien centrada y ajustada, sin bolsas de aire, marcando los picos, los valles del relieve del tubo y sobre todo los agujeros. Dejaremos secar alrededor de tres o cuatro días y procederemos a quitar la lana. Recortaremos bien las sobras en los extremos y con la yema del dedo buscaremos los agujeros. A punta de navaja y tan ajustado como queramos, recortaremos esa piel. Y fin del proceso. El instrumento está listo para tocar.

Conforme se vaya secando la piel se irán cayendo las escamas. Esto resulta molesto ya que se nos irán quedando por toda la ropa, manos… Para eliminar de golpe unas cuantas, no todas, podemos arrollar varias vueltas de celo e inmediatamente después despegarlas; veremos cómo una gran cantidad de escamas ha quedado adheridas al celo. Podemos repetir la operación varias veces y cada vez quitaremos más escamas.

Muchos luthiers aconsejan bañar los instrumentos de madera en aceite de almendras dulces cada cierto periodo de tiempo, que suele coincidir con el cambio de estación. Si hemos forrado ese instrumento no podemos bañarlo, ya que la piel quedará manchada de aceite y no se secará nunca. Una solución sería bañar únicamente el interior, pero evitando que se manche esa piel. Ello puede hacerse colocando en todos los agujeros tapones de corcho o madera con una funda de plástico de envolver alimentos, incluidos los agujeros de entrada y salida longitudinales.

NOTAS:

Muchos autores opinan que si este remedio de forrar los instrumentos con piel de culebra fuese tan eficaz como a los aragoneses nos parece no sólo lo haríamos nosotros, sino que lo emplearían muchos más músicos en todo el mundo.

Particularmente opino que cuando nuestros antepasados lo hacían, por algo sería; eran listos y utilizaban lo que tenían a mano.

Chiflo aragonés forrado con piel de culebra
(Foto: F. J. López)
Fuentes documentales:

  • Vergara, A.: Instrumentos y Tañedores. Edizions de l’Astral. 1994.
  • Blecua, M.; Mir, P.: La gaita de boto aragonesa. Edizions de l’Astral—Asociación de Gaiteros de Aragón. 1998.
  • Zicután: O son d’a Cullebra. Zicután. Folleto explicativo del disco. KIKOS. 2004.
  • López, F. J.: Un poco de repertorio para chiflo aragonés. DPZ y AGA. 2005.
  • Monesma, E.: Oficios tradicionales (Oficios perdidos III). Cinta 5. VHS.
© del texto y fotos F. Jesús López Báguena, 2005